Cuando deje el comentario no estaba publicado el tuyo <strong>Charo</strong>, gracias por tus buenos deseos. Soy consciente del riesgo como lo eres tú y los muchos afectados que han vivido agresiones de vecinos, familiares, conocidos, ayuntamientos, cuidadores, que han vertido en las casas de una o un afectado sustancias conscientes de lo que hacían, pero el riesgo mayor es dejar de defender el derecho a la vida.
Con estas enfermedades se la circunstancia curiosa de que se conoce mejor a las personas porque somos más vulnerables a que nos puedan hacer daño, más fácil no lo pueden tener, pero ese es su problema aunque lo suframos nosotras, se ha de andar con cuidado en quién merece confianza, se producen cambios impensados en las relaciones, eso no es negativo, solo que nos permite conocer mejor a los otros y conocernos mejor nosotras/os mismas/os. Es un trayecto que está bien transitar, se aprende mucho, aunque sea duro y desagradable, pero sobre todo hay que tener cuidado con el resentimiento y saber situar cada sentimiento, ante estas agresiones que vivimos es fácil que nos enganchemos en la rabia, eso no lo veo sano, si que puede servir (aunque parezca contradictorio) sirve para deprenderse de ella, eso no hay que confundirlo con que no nos defendamos, porque si no nos defendemos nos desviamos de nuestra meta, vivir, seguir vivas en lo que nos permiten nuestras limitaciones.
<strong>Tenemos que estar lo más cerca posible de la realidad sin olvidar nuestros sueños ni ilusiones</strong>, y si eso lleva tener que quejarse o denunciar pues se hace y si hay que enfadarse pues…a enfadarse, nadie tiene derecho a quitarnos más minutos de nuestra vida.
Los que agreden tienen alguna cosa por aprender, por ejemplo <strong>el derecho de los otros a existir</strong>, a mí en el fondo los que dedican tiempo en sentirse “más” por ser capaces de hacer daño, me dan lastima.
Tu también cuídate, porque esto de momento parece que va para largo.
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